viernes, 31 de diciembre de 2010

El 2010

Hacer un balance del año es un ejercicio de reflexión personal que deberíamos hacer siempre. En él, no se trata de juzgar, de juzgarnos, de establecer teorías científicas que pretendan dar respuesta a nuestros sucesos o decisiones. Retomar los hechos del año que dejamos atrás debe ser un aprendizaje. Un espejo donde podamos apreciar el camino andado y el lugar hacia donde nos hemos dirigido. Sólo así aprenderemos de nuestros errores, disfrutaremos de nuestros triunfos y seremos más conscientes para saber enfilar la dirección de nuestro nuevo rumbo.

En mi caso, este año me deja una sapidez agridulce. De ésas que hay, y que son difíciles de quitar, y que tiene el desagradable don de oscurecer las metas alcanzadas, sin mucho margen para saborear los logros. El 2010 ha sido testigo de primera mano de tres sueños alcanzados, que no metas. Conseguirlos me ha permitido conocerme a mí mismo, mis límites, de qué estoy hecho y, lo más importante, cual es la dirección que quiero tomar en la vida. Pero como todos sabéis, la vida es caprichosa por naturaleza, y este año que dejamos atrás me ha dado y me ha quitado, me ha arrebatado y me ha devuelto, me ha castigado y recompensado.

El 2010 también me ha quitado un ángel. Una criatura que enarbolaba mi ánimo y ahuyentaba mis penas con su compañía. De ella estoy preparando una entrada en el blog, y la terminaré cuando recordarla no sea sinónimo de dolor, sino de orgullo y satisfacción. La marcha de Iris, es y será una mancha que cubra este año, una sombra entre la luz alcanzada.

Y como decía mi difunta madre Isabel, “a rey muerto, rey puesto”. El vacío que deja la marcha de un ángel, su dolor, sólo puede aliviarse levemente con la entrada de otro ángel. Luuluu es un proyecto, un boceto, un aprendiz que con los años se convertirá en ángel. Y yo, como agradecimiento, le guardaré un espacioso sitio en mi corazón, como a Iris. De momento  en ella albergan las travesuras, que se dirigen a morder todo lo que pilla, aunque ya se la ven maneras que repuntan a ser una perrita cariñosa.

Mi reflexión ya está hecha. Hace varios días que comencé la tarea, asumiendo con incierto valor el difícil ejercicio de reencontrarme con migo mismo. He recordado todo lo sucedido, mis acciones, el camino recorrido, la dirección tomada; he reflexionado sobre lo que quiero, escuchándome, naturalmente. He pensado en lo mejor para mí, me he marcado nuevos proyectos, y por supuesto nuevos sueños.

He decidido que este nuevo año que entra será diferente, voy a sacar el valor suficiente de lo más profundo de mí para dar un giro total a una parte de mi vida.

Recordar: Del latín re-cordis, volver a pasar por el corazón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario