domingo, 31 de octubre de 2010

Tea party

El movimiento -partido- Tea Party es contrario a todo lo que no sea tradicional y religioso. Entre su discurso no sólo aparece el romper con la subida de impuestos, inadmisible si se quiere conseguir dar cobertura sanitaria a más de 40 millones de personas desprotegidas en EE.UU., también aparece un lenguaje más propio de principios del siglo dieciocho. En los últimos meses el avance en número de afiliados ha sido un éxito, sobre todo entre las mujeres ultraconservadoras que rechazan a Obama por su condición de negro y de presidente demócrata. Abogan por ampliar el potencial bélico en lugar de destinar más partidas a los más necesitados, a la formación laboral, al pequeño empresario. Defienden la tenencia de armas sin importarles que cada año alrededor de 30.000 personas mueran por armas de fuego en las calles, en colegios, universidades, centros comerciales. Son contrarios a la masturbación por ser, según dicen, prohibida en la Biblia, aunque de esto no parece haber muchas pruebas al respecto.

No cabe duda de que dentro de esta imagen de "partido político" se esconde un ensalzamiento de la extrema derecha, de la homofobia, ya sea dirigida al matrimonio gay, a cualquier tipo de familia que no sea la tradicional o al inmigrante indocumentado, a los cuales pretenden echar a patadas si llegan al poder. No les importa mostrar públicamente su rechazo hacia los musulmanes luciendo pancartas en sus numerosos mítines que se encadenan por una travesía que pretende cruzar todo el país.

¿Es esto peligroso entonces? A mi modo de ver sí. Es probable que en algunos sectores de los EE.UU. se esté andando hacia atrás en vez de hacia adelante, que se estén poniendo piedras en lugar de alisar el camino para conseguir una ciudadanía más igualitaria y justa. Ante semejante panorama, los que defendemos los derechos de hombres y mujeres, por encima de su color o cultura, la dignidad de todos, sólo nos queda armarnos de valor para luchar contra un sector que pretende limitar antes que ampliar derechos, rechazar en lugar de comprender otras culturas.

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